pinos chicos FAONo nos conformemos nunca

Que no nos roben los sueños los cultores de nuestra mediocridad actual. Que no nos roben la esperanza de un futuro mejor

Ricardo Peirano
Llegan las fiestas de Navidad y de Año Nuevo y los saludos van y vienen. Con un sentido religioso para los creyentes cristianos, con un sentido de muy buena fe para los de otras religiones o para agnósticos y ateos. Todo se complementa para que sean días de tranquilidad, paz y felicidad, aunque muchos sigan bajo guerras, o bajo la opresión del hambre o la inseguridad. Ese espíritu queda especialmente plasmado en la llamada tregua de Navidad que dio lugar a un sorpresivo y breve alto el fuego, no oficial, que ocurrió entre las tropas del Imperio Alemán y las tropas de Gran Bretaña estacionadas en el frente occidental de la primera guerra mundial. La tregua comenzó en la víspera de la Navidad, el 24 de diciembre de 1914 cuando las tropas alemanas comenzaron a decorar sus trincheras y a cantar villancicos. Por su parte, las tropas británicas en las trincheras respondieron con los mismos villancicos en inglés.

Entre ellos destacó el canto Noche de paz. Se intercambiaron algunos pequeños regalos y hubo tiempo para recuperar heridos y enterrar muertos de ambos lados y, según dice Wikipedia, se "condujeron ceremonias de entierro con soldados de ambos lados del conflicto llorando las pérdidas juntas y ofreciéndose su mutuo respeto". Algo que, por cierto, generó preocupación en los respectivos altos mandos, pero que muestran lo que era capaz de lograr el espíritu de la Navidad.

Es ese espíritu el que uno desea que prevalezca en estos días en los cuales se acumulan saludos para las fiestas y proyectos para el año entrante. Y, por qué no, que se extienda más allá de este tiempo. Es algo que depende de cada uno, en su lugar de trabajo, en su familia y en su país.

Estos días leí una predicción que una periodista norteamericana hizo para 2018. En una industria sometida al tsunami digital, señaló: "En 2018, una empresa de noticias fuerte y saludable es una en la cual cada uno está constantemente buscando nuevas alturas, tanto individualmente como en equipo". Y creo que esta predicción no es solo aplicable a la industria periodística sino a cualquier empresa en general. Incluso a cualquier país.

Para ello es preciso no conformarnos con lo que tenemos. Robert Kennedy dijo una vez que "el futuro no les pertenece a quienes se conforman con el presente". Y me temo que en nuestro país hayamos entrado en una zona o fase de complacencia. La economía crece, la inflación baja, seguimos gozando de buena reputación crediticia. Pero más allá de ello, es difícil avanzar a no ser que nos lo exija una fuerte inversión como la de UPM. Da pena que hagamos las cosas que tenemos que hacer –infraestructura, paz sindical, cursos de capacitación, etc.– porque nos las pide una empresa para invertir en Uruguay. Y los miles de empresas uruguayas que invierten anualmente más que UPM y generan más empleo y pagan más impuestos, ¿no tienen derecho a pedir y gozar de esos beneficios?

Es preciso salir urgentemente de nuestra zona de confort: allí donde todos los días nos encontramos como refugiados en lo que ya sabemos hacer, en lo que nos es conocido, en donde hay mapas de navegación claros. Y tenemos que ponernos objetivos más ambiciosos y navegar donde no hay mapas dibujados: en materia de crecimiento, de desarrollo equitativo, de igualdad de oportunidades. Y eso se concentra sobre todo en un punto: mejorar dramáticamente la calidad de nuestra educación. Finlandia y Noruega hace una generación estaban en la bancarrota educativa, pero salieron de su zona de confort, de su iglú –nunca mejor dicho– y se situaron a la vanguardia mundial. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo? El diagnóstico está claro, las soluciones a la mano, los ejemplos a la vista –basta ir a Casavalle y ver lo que se ha hecho por ahí con el empuje privado y que se podría replicar sin demasiado esfuerzo para todos los jóvenes que viven en sectores de contexto crítico–. Solo falta la voluntad política. Y si de la política, la voluntad sigue escaseando porque tiene demasiado "costo político", tendrá que venir un empuje de una sociedad civil que no se conforma ni con la mediocridad ni la decadencia.

En esta Navidad quizá podamos decir que a Uruguay se aplica más que nunca la frase del fundador de la empresa japonesa Honda. Dijo Soichi Honda: "Solo tenemos un futuro y estará hecho de nuestros sueños". Que no nos roben nuestros sueños los cultores de nuestra mediocridad actual. Que no nos roben la esperanza de un futuro mejor para nuestros hijos. Que no tengamos que resignarnos a verlos buscar mejores horizontes en otros países. Que no nos dejemos engañar por quienes predican que todo se puede conseguir sin trabajo, sin esfuerzo y sin afán de superación. Simplemente no es verdad. l

Que no nos roben los sueños los cultores de nuestra mediocridad actual. Que no nos roben la esperanza de un futuro mejorIniciativas educativas en Casavalle, un ejemplo del camino a seguir

Diario EL OBSERVADOR - Montevideo - URUGUAY