batlleEl papelito y el mamotreto

El 15 de octubre del 2004, el presidente Jorge Batlle autorizó mediante una resolución que Botnia Fray Bentos (actualmente, UPM) pudiera explotar una zona franca privada en Río Negro, con una inversión de US$ 942 millones, para fabricar celulosa o papel, producir energía, ejecutar operaciones portuarias y realizar actividades en otras industrias dedicadas a la transformación de la madera o proveedoras de insumos relevantes para las plantas de celulosa o papel.

 

Claudio Paolillo
En un papelito de dos hojas, el presidente Batlle dejaba así inaugurada, sin contraprestación ni obligación estatal alguna, una nueva etapa muy importante en la actividad agroindustrial del Uruguay, que afortunadamente continúa hasta hoy, con la instalación posterior de una segunda planta de celulosa en Colonia (Montes del Plata) y la posibilidad cierta de que UPM instale una tercera en Paso de los Toros.

El papelito fue exhibido el martes 28 por el senador blanco Luis Lacalle Pou a cinco ministros del gobierno del presidente Tabaré Vázquez, durante una interpelación de 10 horas en las que los partidos de la oposición reclamaron y obtuvieron, formalmente, información sobre los términos de la negociación en curso para que UPM decida a favor de la construcción de su segunda planta en lo que sería la mayor inversión en la historia del país (más de 2.000 millones de euros).

El llamado a sala permitió comprobar que todos los partidos políticos uruguayos están a favor de esta megainversión. También, que quienes están hoy en la oposición cumplirían con los requisitos de UPM aunque estén en desacuerdo con algunos de ellos, si en el 2020 alcanzan el gobierno.

La interpelación fue un modelo de ejercicio de la democracia. La oposición cumpliendo con su papel de control al Poder Ejecutivo y los ministros Astori (Economía), Rossi (Transporte), Murro (Trabajo), Cosse (Industria) y De León (Medio Ambiente) rindiendo cuentas ante los representantes de la ciudadanía.

¿Por qué Lacalle Pou —que condujo la interpelación con mucha seriedad y conocimiento de causa— mostró el papelito? Porque la autorización de aquella gran inversión para la “UPM 1” en el 2004 contrasta notablemente con el mamotreto del preacuerdo suscrito por el actual gobierno para la “UPM 2”. El documento actual tiene más de 150 páginas y el gobierno se comprometió a hacer múltiples obras por cientos de millones de dólares a pedido de UPM, sin tener ninguna certeza de que, antes del 15 de febrero del 2020, la empresa finalmente resolverá efectivizar la inversión.

¿Y por qué los mismos inversores propietarios de “UPM 1” buscan tantas garantías hoy para “UPM 2”, cuando no las pedían en el 2004 en ocasión de la primera planta en Río Negro?

La respuesta es muy simple: al gobierno del presidente Batlle (y al Uruguay que él representaba) le tenían confianza; al gobierno del Frente Amplio le piden todas las seguridades necesarias para no verse sorprendidos por situaciones causadas por el imaginario “progresista”, nacional y continental.

El senador oficialista Marcos Otheguy reconoció, con honestidad intelectual, que “sin duda” él y muchos otros frenteamplistas no tienen hoy el mismo “pensamiento” que proclamaban hace 20 o 30 años. Y admitió, además, que el ejercicio del gobierno cambia a los partidos y a las personas. “No tengo prurito para reconocerlo”, dijo.

Lo que ocurre es que resulta difícil desmontar de un plumazo tantas décadas de prédica y lucha (pacífica o armada) contra el “imperialismo”, contra el “gran capital” y contras las “multinacionales”. Es verdad que ese discurso entró en decadencia en los últimos años entre los dirigentes más lúcidos del Frente Amplio (Tabaré Vázquez, Danilo Astori, Rodolfo Nin Novoa e, incluso, cuando se habla mano a mano, José Mujica). Pero también es verdad que siguen prevaleciendo en ciertos partidos, dirigentes y sindicalistas que creen que el futuro es el “socialismo del siglo XXI” encarnado en el desastre venezolano.

La verdad es que la oposición les bailó un malambo a los representantes del gobierno, que debieron escuchar en silencio los inevitables pases de factura que recibieron.

El senador colorado Pedro Bordaberry fue contundente. “Lo mejor que tiene todo esto, y de lo que uno se congratula, es la evolución que han tenido (los frenteamplistas). Eso es lo bueno: ver hoy al Frente Amplio defendiendo a una multinacional, las exoneraciones tributarias y las regulaciones laborales, para que vengan (a invertir). ¡Es espectacular! ¿Dónde quedó el discurso de ‘no al imperialismo’? ¿Dónde quedó el discurso de ‘no a las multinacionales’? ¡Espectacular!”, exclamó.

Y les siguió pasando el trapo. “Los felicito”, dijo, “porque sé que es muy difícil. Pelearon y lucharon políticamente por la nacionalización de todo, de ILPE, del SOYP, del Frigorífico Nacional, por la estatización y expropiación de todos los medios de producción, y ahora defienden la profundización de la privatización de la energía eléctrica”.

Bordaberry también opinó que el preacuerdo firmado ahora con UPM le está diciendo al Uruguay que el país “no es viable” con esta presión tributaria, con su actual infraestructura, con sus regulaciones laborales y con el estado de su educación. Para todas esas cosas, UPM reclamó cambios y el gobierno dijo que sí. Pero Bordaberry expresó que no solo UPM, sino todos los uruguayos, merecen menos impuestos, mejor infraestructura, otras regulaciones laborales y una muy superior educación.

UPM puede estar tranquila: todo el sistema político uruguayo respalda su proyectada inversión. El gobierno del presidente Vázquez ya lo ha dicho públicamente. Y quienes pueden ejercerlo desde el 2020, si cambian los partidos, también.

Lo de esta semana fue un ejercicio democrático donde la oposición recordó cómo eran las cosas antes y cómo son ahora.
Los gobernantes frenteamplistas se comportaron con hidalguía, escuchando estoicamente todos los reproches sobre el pasado.
Calavera no chilla

Semanario BUSQUEDA -  Montevideo -  URUGUAY -  30 noviembre 2017