sojaLa soja y la forestación transformaron el campo

Más árboles, muchos más, en miles de hectáreas, casi un millón de ellas plantadas en su mayoría con eucaliptos y pinos; muchos granos, millones de toneladas, principalmente de soja, pero también de trigo, cebada, maíz y sorgo.

escribe Mauro Florentín
Todo eso sumado a las tradicionales producciones ganadera, lanar, lechera y arrocera, sin olvidar la citricultura y la horticultura, que complementan los frutales y a las granjas del sur, conjugan una nueva realidad del sector agropecuario en Uruguay, a partir de los cambios registrados en las últimas cuatro décadas.

 

Las transformaciones más notorias que se visualizan en el paisaje rural se destacan en los años posteriores a la epidemia de fiebre aftosa de 2001 y a la crisis financiera de2002, que marcaron un antes y un después para el agro local. En eso coincidieron algunos técnicos y productores consultados por Búsqueda al repasar la historia reciente de esa actividad económica y considerar algunos desafíos para el futuro del campo.

“Uruguay, con los niveles de formación de los recursos humanos actuales, tendrá serias d¡-¡ ficultades para crear alternativas de desarrollo económico con inclusión social”, dijo el ingeniero agrónomo Carlos Paoli-no, exdirector de la Oficina de Programación y Política Agropecuaria (Opypa) entre 2010 y 2013. Señaló que “eso vale para el agro y para el conjunto de los sectores de actividad, porque basta comparar la situación actúa de la educación formal y compararla con la de los países de la región y otros países del mundo desarrollado”.

Por su parte, el productor coloniense Darío Jorcín destacó: “Si imaginamos el agro a 30 años, al menos la mitad de las tareas actuales serán robo-tizadas y no solo correrán riesgo los empleados sino también las empresas y productores que no logren capacitarse y/o que no se adapten a las nuevas tecnologías”.

Pero, ¿qué ocurrió en las décadas recientes en los establecimientos agropecuarios y en su entorno? El uso intensivo del suelo, el impacto en el medioambiente, las condiciones laborales, los mercados y el rol de las políticas públicas son algunos de los temas valorados por los entrevistados.
Para el agrónomo Martín Buxedas, otro extitular de la Opypa durante el primer gobierno del Frente Amplio, lo más destacado es la consolidación de la cadena forestal-ma-derera y el crecimiento de la producción de granos, especialmente de la soja, ambos asociados a importantes innovaciones y cambios en la estructura empresarial.

Más tecnología, inversión, empleo, salarios, generación de insumos y servicios derivados del aumento de los ingresos de la mayor cantidad de trabajadores y su mayor productividad, resaltó el consultor privado y productor Joaquín Secco. Acotó que “de empresas pequeñas que cubrían por sí mismas todas las etapas de la producción se pasó a empresas de mayor dimensión que se repartían los pasos”. Siendo estas “más eficientes, con escalas mayores, con estructuras industriales, además vinieron empresarios extranjeros con mayores capacidades”, consideró.

Respecto a la incorporación de tecnología en el sector, Buxedas señaló que en la forestación y en la agricultura de secano hubo innovaciones que determinaron “saltos en la productividad” y, acumulativamente, también en otros sectores como la lechería, el arroz y aun en la producción de frutas y hortalizas. “A menor ritmo aumentó la productividad de la ganadería de carne, lo que permitió sostener la producción a pesar de la disminución
La soja se convirtió en la reina de la agricultura uruguaya al acaparar miles de hectáreas de la superficie ocupada”, dijo.

En el caso de los granos el rendimiento en kilos por hectárea registró un incremento significativo que se puede observar al comparar lo que cosechaban los productores en sus chacras en los noventa con lo que levantaron en los años recientes. En trigo y en cebada se pasó de 1.600 a 1.800 kilos a más de 3.000 kilos; en maíz saltó de menos de 2.000 a más de 5.000 kilos y en soja de 2.000 a 3.000 kilos, siendo este grano el de mayor expansión en la agricultura ocal pero el que registró el menor aumento en productividad, considerando el desempeño de los otros granos.

El rendimiento promedio de los cultivos agrícolas de Uruguay varió de apenas 712 kilos hasta 1977, luego subió a 1.002 kilos entre 1978 y 1982, a partir de ese año nunca bajó de los 1.000 kilos, en 1988 superó los 1.500 kilos, en 2004 pasó los 2.000 kilos y en 2010 se ubicó casi en 2.600 kilos, según datos de la Dirección de Estadísticas Agropecuarias (Diea).

Al revisar esa parte de la historia agrícola es notable la desaparación del girasol de los campos uruguayos, debido a problemas sanitarios y a la pérdida de rentabilidad del cultivo frente a la soja

La ¡mplementación del sistema de siembra directa, que supone un laboreo reducido del suelo, fue uno de los cambios “más ¡mpactantes” en los resultados de las chacras, valoró el productor Jorge Rodríguez, del departamento de Soriano. Del litoral oeste partió la expansión de la agricultura hacia otras zonas del territorio.

Jorcín, en tanto, reconoció el impacto favorable de la introducción de lassemilastransgénicas, principalmente en soja y maíz, y de la forestación en el enfoque que dan los productores a la explotación de sus predios. Eso dijo en referencia a los acuerdos con empresas forestales para plantar árboles en sus campos a cambio de una renta o el pago de una parte de los dividendos generados por la madera extraída.
“En los granos, la forestación, la lechería, los progresos son probablemente más generalizados —homogéneos—aunque menores en frecuencia respecto a la ganadería”, comentó Secco. Advirtió que “mientras aumentaba la producción se reducía el número de productores".

Drones y robots reemplazan tareas de la producción agropecuaria; productores agropecuarios ya pueden controlar algunas actividades a la distancia, a través de sus teléfonos celulares o tablets que enfrenta desafíos importantes de cara al futuro
0 Más concentración. Una de las tendencias en la agricultura y en el agro en general fue la concentración de la producción en menos explotaciones y de mayor tamaño.

Eso es elocuente en el sector lechero, que de algo más de 7.000 tamberos remitentes a plantas industriales en los ochenta cayó a 2.700 en 2016; mientras, en la productividad se destaca que la remisión creció de 260 litros diarios a más de 1.800 litros en ese periodo.

Paolino señaló que “las capacidades requeridas y las escalas involucradas son mayores a las que existían en la agricultura tradicional y eso le pone una presión adicional a todo el sistema agropecuario en lo social y en lo ambientar.

“Esto impacta muy fuertemente en los sectores que no tienen las mismas capacidades, y explica, en gran medida, el acelerado y sostenido proceso de concentración y salida de productores familiares", dijo.

Otro de los cambios sustantivos en la producción agropecuaria fue el destino de los productos; principalmente en el caso de la carne vacuna se pasó de Estados Unidos a Rusia y de ahí a China. Esa nación asiática explica en gran parte la explotación productiva de la soja en los suelos uruguayos. Pero ese mercado también es el principal destino de la madera y de la lana.

Al respecto, Paolino opinó que “la concentración extrema de las exportaciones de bienes agropecuarios agroin-dustriales que actualmente se tiene con China es bastante preocupante".

“El comercio de alimentos ocupa una fracción cada vez menor del comercio global, pero está concentrado en los países en desarrollo", comentó. Y señaló que “los megaacuerdos internacionales de comercio son esenciales y para Uruguay es clave y urgente iniciar un proceso sostenido de negociar e integrarse a este tipo de acuerdos, como lo han hecho otros países pequeños de la región, como pueden ser los casos de Chile y Perú".

Eso “no implica salir del
Mercosur, que es nuestro segundo principal mercado para muchos productos agropecuarios y es clave para la industria no agroindustrial", aclaró. Planteó que Uruguay debe “retomar caminos que permitan validar una integración al bloque que sea realmente un instrumento para el comercio y el desarrollo comercial extrazona"

Para Rodríguez, lo ideal es “poner los huevos en distintas canastas", pero tampoco se puede dejar de vender la producción “a los que paguen más".

• Políticas públicas.
La Ley Forestal, promulgada en 1987, significó la base de una de las más destacadas políticas estatales que trastocó el desarrollo agropecuario y el panorama visual del campo. En ciertas regiones, como puede ser en el litoral oeste, en el centro y en el noreste del territorio, cambió el paisaje de pasturas con vacas y ovejas por el de extensas masas forestales.

Ese marco legal concedió exoneraciones fiscales y subsidios a las empresas forestadoras, entre otros beneficios que sirvieron de estímulo para esa actividad.

La política de exportación de ganado en pie, iniciada en los ochenta, es otra de las medidas impulsadas desde el Estado que valoraron algunos productores consultados.

Ese fue el caso de Rodríguez, que también mencionó la trazabilidad, que supone la identificación individual del ganado, que es obligatoria por ley desde 2006, y el avance en la incorporación de genética en el rodeo de vacunos.

Sobre las políticas im-plementadas por los gobiernos del Frente Amplio, Buxedas señaló que el objetivo fue “controlar o reducir el impacto de la notable inestabilidad que caracteriza a los negocios en Jas cadenas agropecuarias” de Uruguay. Esa estrategia incluyó una política cambiaría “flexible", la “resolución del sobreendeudamiento" del agro, una “inédita gestión" del Banco República en el cumplimiento de sus fines, instrumentos para enfrentar varios tipos de riesgos, incluyendo los seguros agropecuarios, el Fondo Agropecuario de Emergencia y “asistencias focalizadas en momentos críticos", tal como el aumento de la devolución de impuestos indirectos a las exportaciones en 2009 y ahora el apoyo al sector lechero.

Destacó el tratamiento diferencial de los productores familiares y las medidas laborales que impulsaron el crecimiento de los salarios y el “efectivo” ejercicio de los derechos sindicales.

Al igual que otros entrevistados, enfatizó la importancia de la política de control en el uso y manejo de los suelos, además del tratamiento “permanente" de los temas sanitarios, fitosanitarios y de acceso a mercados, continuando políticas mantenidas durante décadas. “En todos los temas señalados queda mucho por hacer, sea cual sea el escenario político", reconoció.

Paolino dijo que “la credibilidad de las políticas en su conjunto dependen en gran medida de la sanidad de las cuentas públicas”. Y “la evolución del déficit fiscal en los últimos años ha sido creciente y ello obligó a aumentos de impuestos y tarifas públicas que impactaron en la competi-tividad precio en varios sectores de actividad económica", señaló.

Repasó que el déficit fiscal del sector público pasó de 1,1 % del Producto Bruto Interno en 2010 a 3,9% en 2016 y luego descendió a 3,6% a octubre de este año.

Esa situación termina incidiendo en la “compe-titividad precio” del agro, que impacta en general pero en mayor medida en los productores que invirtieron, tienen costos elevados y no tienen

Bienvenido
escala suficiente de producción, consideró Paolino. Dijo que eso “llevó a una mayor morosidad con el sistema bancario en los sectores más dinámicos y a la posterior implementación de medidas de apoyo por parte del sector público”.

Secco advirtió una “fuerte inflación en la recaudación pública” por impuestos nacionales, departamentales, creación de nuevos tributos, tarifas y mayores tasas “con el agravante de que los mismos se fueron aumentando cuando bajaron los precios; llegando a la situación actual".

Sin dejar de reconocer la importancia de la legislación forestal y portuaria, Jorcín opinó que incidieron “en mayor medida” los precios de las materias primas sobre las políticas públicas. La otra cara de esta situación, lejos de los despachos de los ministros que determinan el tratamiento oficial hacia el sector, es lo que pasa en los campos, donde es cada vez más frecuente el uso de drones y otras tecnologías para captar información a partir de la vista aérea de los establecimientos rurales.

Lo más conocido es que esos aparatos sobrevuelan los cultivos agrícolas pero entre otros usos los drones son empleados para tomar imágenes que se utilizan en la valuación de campos. Algunas empresas especializadas en esa tarea no dan abasto frente a la deman-
da de empresas del sector forestal, que requieren ese servicio para el cálculo del valor que puede tener un predio forestado. En tiempos en que todo se hace a lo grande resulta más efectivo que un dron recorra cientos o miles de hectáreas para cumplir ese objetivo.

Eso es a escala mayor, para los productores que explotan menos extensiones la tecnología es cara, por lo que los segmentos que más la incorporan esos equipos son aquellos que tienen mayor margen.

En el sector agropecuario reconocen que la tecnología, como los robots y los drones, reemplazará tareas de trabajadores y productores. Eso parece lejano en el tiempo, pero no tanto; ya algunas empresas planean ordeñar sus vacas con robots o mandan un dron a controlar sus campos. Y el productor puede estar a miles de kilómetros y lo mira por la pantalla de su celular o su tablet.

Revista BUSQUEDA -  Montevideo -  URUGUAY -  16 noviembre 2017