pastera upmLa pasta nuestra de cada día

La captación de inversiones extranjeras directas en el sector productivo es un objetivo de todos los Estados del mundo. Pero los términos de negociación y las condiciones que están dispuestos a ofrecer e imponer los gobiernos, según su orientación política y su sensibilidad social, marca la diferencia entre procesos de inversión catastróficos para los países en sentido económico, laboral y ambiental y procesos de inversión beneficiosos que contribuyen al desarrollo de las naciones.

Por Leandro Grille.
El acuerdo de inversión alcanzado esta semana entre el gobierno y la empresa finlandesa UPM para la instalación de una tercera planta de producción de pasta de celulosa debe ser analizado a la luz del texto, sopesando los beneficios previstos con las concesiones realizadas.

Ello siempre que descartemos a priori que Uruguay acceda a un emprendimiento que se aparte la normativa medioambiental.

De una primera lectura del texto del acuerdo, surge que a cambio de la megainversión de 4.000 millones de dólares que haría la multinacional para poner en marcha la pastera en el centro del país (en el departamento de Durazno, cerca del pueblo Centenario y de Paso de los Toros),  Uruguay se compromete a una serie de inversiones infraestructurales por otros 1.000 millones, concentrado sobre todo en la infraestructura energética, vial, portuaria y el ferrocarril. Esas inversiones en infraestructura por un monto tan importante pueden utilizarse como un argumento en contra por las personas que se opongan a este emprendimiento, tal vez considerando que es un esfuerzo excesivo, que además supone endeudamiento externo, pero con un poco de honestidad intelectual se puede convenir que las inversiones públicas en infraestructura, como en la red vial o en el tren,  son indispensables llegue o no llegue UPM, para el desarrollo productivo de Uruguay, y es mejor hacerlas en el marco de una inversión segura.  Claramente, hay una parte del gobierno que le tiene terror a la inversión pública, porque lo único que los desvela es el déficit fiscal, pero el presidente está decidido a hacer cosas, aunque por lo bajo algunos se quejen y otros renuncien.

Por otro lado, las condiciones fiscales de este acuerdo son bastante mejores que en los acuerdos anteriores para las otras dos plantas que existen, los estándares medioambientales se anticipan de primer nivel y un capítulo aparte lo constituyen las condiciones laborales previstas. Tal como expresó el ministro Ernesto Murro, es un hecho inédito que las condiciones laborales se hayan acordado antes de la decisión de inversión. En el acuerdo laboral que lleva la firma de cuatro representantes del Pit-Cnt (Marcelo Abdala, Óscar Andrade, Julio Burgueño y Fernando Pereira) se “incluye a las empresas contratistas y subcontratistas, a trabajadores uruguayos y extranjeros, en todas las fases del proyecto desde el comienzo de la construcción de la planta”, acordándose mecanismos de prevención y solución de conflictos con un grupo de negociación conjunta convocado por el gobierno, con la participación de UPM y la administración central, a través del MTSS y el Pit-Cnt. En suma, todo indica que estamos ante un proyecto inversionista enorme que tendrá un impacto significativo sobre el mercado laboral (se habla de creación de miles de empleos durante el proceso de inversión y posteriores a la puesta en funcionamiento del complejo industrial y de muchas pequeñas empresas proveedoras ) y que conllevará un importante desarrollo de la infraestructura nacional.

Por ahora, muchas cosas son creer o reventar. Creer en que el gobierno cumpla con sus obligaciones de controlar que no hagan un desastre ambiental, creer en el proyecto y las perspectivas de generación de empleos de UMP y confiar en que la empresa va a respetar los términos y los tiempos acordados para que todo el proyecto no se caiga. Pero, en mi opinión, es bastante indiscutible que se ha hecho una gran negociación que supera con creces a las anteriores.

Es imperioso lograr que estas inversiones se traduzcan en más trabajo para los uruguayos, pero también en más recursos para la educación, para la investigación científica y el desarrollo tecnológico, para mejorar las capacidades de nuestro país, para las políticas sociales. Está muy bien que el arribo de la segunda planta de UPM, que será la mayor inversión de nuestra historia, aumente el PIB en la zona y el PIB de todo el país de manera constante a partir de la puesta en marcha del proyecto, pero sobre todo está bien si eso se ve traducido en mejores condiciones de vida para la gente, en particular en la región donde se ubicará la planta, y en avances que puedan ser aprovechados por todos los uruguayos.

Ahora bien, tres megaplantas de celulosa son un montón. No podemos pensar en que lleguen más. Nuestro país debe ser capaz de orientar los recursos que le dejan este tipo de megacosa para desarrollar su propio parque industrial, con esfuerzo e innovación propia, con desarrollo científico y tecnológico soberano, sustentable. El diseño de nuestro país no puede estar sujeto a que vengan multinacionales a extraer y procesar recursos naturales a los que nosotros no podemos ni agregarle valor. Jugarse a las pasteras finlandesas o a las multinacionales de la megaminería o a las petroleras de no sé dónde son todas variantes de un mismo esquema en el que nuestro país se ofrece para que venga otro a hacer la América y dejarnos el vuelto. Confiados quizá en que llegará el día que podamos vivir de esa renta. Con suerte, y si la negociación se hace bien -como parece ser el caso-, estos grandes emprendimientos generan unos cuantos empleos de calidad, y permiten que se desarrolle infraestructura. Pero como modelo de país no basta y además es peligroso. Aunque, nobleza obliga, menos peligroso que cuando nos ofrecíamos como un paraíso fiscal y nos proponíamos vivir de ser una guarida de los ricos, una letrina offshore de capitales golondrinas.

CARAS Y CARETAS - Montevideo - URUGUAY - 10 noviembre 2017