Washington CoralloPresidente de Cámara de Industrias pide por un "sindicalismo maduro"

El titular de la CIU habla de aggiornarse, de cuidar puestos de trabajo, de flexibilidad y de atender la reforma laboral de Brasil.
Washington Corallo (64) mira la llovizna caer sobre Avenida Italia, en los ventanales de su oficina de la Cámara de Industrias del Uruguay, la entidad que preside, la que aglutina a 1.100 empresas de 41 gremiales distintas, de un sector que representa, dice, el 11% del Producto Interno Bruto (PIB) del país. Lamenta lo que ve. “Este es un país agroindustrial y con esta lluvia ya se perdieron varias hectáreas…”.

Leonel García

No es lo único que no le gusta. El sector suyo es el empleador de 188 mil personas. “Hace cinco años, eran 220 mil”. Se han perdido puestos de trabajo, subraya.

Lo repetirá varias veces a lo largo de la entrevista. Eso y también la necesidad que tiene el país de “aggiornarse”, de “flexibilizar” las condiciones laborales sino quiere perder competitividad. “En Uruguay hay crecimiento económico, pero el desempleo sube y la cantidad de horas trabajadas cae. Eso se debe a que la competitividad se está viendo deteriorada y que la gente antes de tomar funcionarios lo piensa muy bien”.

Corallo sabe que hoy no es santo de devoción de buena parte del gobierno y del PIT-CNT. La causa es su intención-invitación a estudiar la reforma laboral que está implementando Brasil, denostada por varios integrantes del Poder Ejecutivo, legisladores del Frente Amplio y dirigentes sindicales. Esta flexibiliza tanto el vínculo empleado-empleador como las jornadas laborales, las licencias y los despidos, así como le pone un gran freno al poder sindical, relegando los convenios colectivos en función de acuerdos individuales.

Para él, que efectivamente considera excesivo el peso de los sindicatos en las estructuras laborales y no oculta su simpatía por esta iniciativa del gobierno de Michel Temer, atender a esta situación es algo imperioso en estos tiempos de “cuarta revolución industrial” e “internet de la cosas”, así como conceptos nuevos como “just-in-time” o “custom-made”. En este escenario, asegura, “muchos puestos de trabajo como se conocían se perdieron o se perderán en los próximos 20 años, ¿de qué le sirve a Uruguay no aggiornarse?”.

- Pensando en un escenario a futuro, ¿cómo está posicionado Uruguay del punto de vista industrial y laboral?

- Técnicamente, nos hemos capacitado. Se ha incorporado maquinaria a través de la ley de Promoción Industrial, que permite que haya un parque industrial de 2.700 a 2.800 millones de dólares al servicio del mercado interno y la importación. El tema es que estamos mal en tres aspectos claves. Primero está la alta estructura de costos del país: léase tarifas públicas, cargas sociales y ajuste fiscal. Lo segundo es la alta rigidez laboral, la falta de flexibilidad laboral y los altos costos laborales, así como un peso importante de los sindicatos en las decisiones de las empresas. Y un tercer problema, ligado a la competitividad, es el acceso a mercados, el acceso a créditos bancarios, los costos financieros. En todas partes del mundo se abren y se cierran empresas. En términos futboleros, no me importa si me hacen dos goles si yo hago tres. Pero si abro 100 empresas y cierran 120… No tengo los números, son muy dinámicos, pero son más las que cierran que las que abren. En Uruguay, cuando a un producto se le pone más de un 20% de valor agregado a la materia prima, ya le empieza a ser complicado competir. Las grandes producciones con mano de obra intensiva no caminan más acá.
“ Un problema es la alta rigidez, la falta de flexibilidad y los altos costos laborales, así como un peso importante de los sindicatos. ”

- ¿Por qué?

- Eso se debe a muchos factores. Hay muchas empresas que cierran porque no les conviene seguir. Otras pasaron de ser industriales a ser solo importadoras. Eso podría ser el caso de Fumaya. Luego están los que redujeron líneas de fabricación, de diez a tres, de ocho a dos… solo dejan las competitivas. Por esto quizá tengamos el escenario de que crece la economía pero no los puestos de trabajo y tampoco la demanda laboral. Eso nos preocupa muchísimo.

- Usted dijo que hay que estudiar la reforma laboral que está implementando Brasil. Y usted con eso se convirtió en una especie cuco para el sector sindical y para algunos actores del gobierno.

- A ver… este es un país al que le gusta matar al mensajero, ¡esa es la verdad! Es un país reactivo y no proactivo. Cuando vemos que Argentina, Brasil, Chile, Estados Unidos y Francia está pensando en la industria 4.0, eso implica innovar. Hay que ser proactivos y ver las jugadas que están haciendo nuestros futuros competidores y tratar de adecuarlo a la realidad nuestra. Además, ¡estudiar no quiere decir implementar! Creo que la gente tiene que ganar bien porque es la forma para que se mueva la economía. ¡Es una paradoja pensar que no queremos que la gente trabaje y se sienta bien! Pasa que en este país hay gente que no tiene ese concepto y pueden haber ciertos sectores que buscan promover el país de la fricción y la lucha. El año pasado tuvimos 132 conflictos y tres paros nacionales. Este semestre se dice que aumentó. Uno mira y siempre hay un conflicto, siempre estamos crispados. Y siempre hablamos de derechos y nunca de obligaciones. Y el mundo tira a ambos lados. Vamos a ser claros: la fuerza laboral en Uruguay está en 1,4 o 1,5 millones de personas y sin embargo hay 400 mil afiliados (al PIT-CNT). Hay que escuchar también a ese millón de personas que trabajan y que no están siendo atendidos por nadie.

- Aun así, ese proyecto que usted dice que hay que atender incluye la posibilidad de jornadas laborales más extensas…

- Siempre se habla de 44 horas semanales

- … flexibilidades para los despidos, posibilidad de que las embarazadas trabajen en ambientes no del todo salubres si no hay riesgo sanitario certificado…

- Yo nunca dije nada de las embarazadas.

- Usted no, la ley.

- Nosotros solo dijimos que hay que estudiar qué van a hacer los demás.

- … y una notoria pérdida de fuerza de los sindicatos, que para usted tienen un gran peso.

- Y puede ser. Yo no digo que sea un tema sindicatos o no sindicatos. Tiene que haberlos. Pero debe haber sindicatos que escuchen, a los trabajadores sindicalizados y a los que no.

- Usted dice que eso ahora no pasa.

- Y yo creo que no. Una empresa tiene cien funcionarios, diez paran y obligan a que los otros 90 no vayan a trabajar. Me parece que está bueno que existan los consejos de salarios, las negociaciones bipartitas o tripartitas. Pero si una persona, por ejemplo, quiere tomarse la semana que viene cuatro días porque se casa y no quince como manda la ley, y luego quiere una semana y luego, en otra ocasión, unos diez días… Y si el lunes no quiere venir a trabajar o tiene que faltar y lo quiere recuperar martes o miércoles, eso acá no se puede porque la ley las considera horas extra. Hay gente que pierde el presentismo porque tiene que faltar un día por h o por b y la empresa no está dispuesta a pagar extras. Flexibilizar también es escuchar la voz de los trabajadores que quieren tener otro ámbito laboral. Hay que aggiornarse, ver qué hacen los demás, sobre todo si empiezan a cambiar sus reglas y a afectarnos, a generarnos desempleo.

- ¿Y eso sería viable? Son tantas las situaciones individuales en una empresa, ¿se puede hacer una consideración personalizada?

- Toda empresa grande tiene un departamento de personal. Hoy, con la tecnología, eso se hace con whatsapp. Y eso se pasa a una base de datos. Cuando entré en mi empresa, Vicry, puse en 1975 una jornada laboral flexible. Hasta entonces, la gente entraba 7.30 y yo dije que podían entrar entre 7.30 y 9.30, marcando la tarjeta, e irse a la hora que les sirviera. Me bastaba que cumplieran las jornadas de trabajo, onda Google o Microsoft. Los sindicatos me miraban, pero la gente quedó loca de la vida.

- ¿Cómo es su relación con las autoridades de gobierno?

- Excelente, excelente más allá de nuestras discrepancias. Tengo muy buena relación con la ministra de Industria (Carolina Cosse), con el contador (Danilo) Astori (ministro de Economía), con el ministro (de Trabajo, Ernesto) Murro. Hemos viajado con el presidente (Tabaré) Vázquez al exterior, a Finlandia, a China. Nuestro trabajo es proactivo y no reactivo.

- El ministro Murro ha dicho que la reforma que usted está interesado en estudiar es un retroceso “de dos o tres siglos” en los derechos de los trabajadores.

- El ministro Murro tiene un público que atender… Me parece lógico, el ministro Murro puede opinar lo que quiera. Lo que no podemos hacer es tapar el sol con un dedo. Está bien, no será lo que quiere Uruguay, pero hay que ver y estudiar qué va a pasar. Hay un viejo axioma que dice “un general puede ser vencido, jamás sorprendido”. Una buena línea de política de gobierno tiene que saber a dónde va el mundo, adónde van los puestos de trabajo y hay un factor clave para ello que es la educación. Por eso, la cámara y el ministro Murro hemos apoyado al Inefop (Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional). En esta presidencia se duplicaron o triplicaron los cursos impartidos de especialización.

- Y si no cambiamos, ¿qué puede pasar?

- Camarón que se duerme se lo lleva la corriente, dice un viejo dicho.
“ A mi me gustaría que hubiera, como hace treinta años, 24.500 unidades productivas; hoy son 15.000. ”

- ¿Entonces?

- Lo que pude pasar es que el mundo seguirá siendo más competitivo y nosotros sigamos perdiendo puestos de trabajo. ¿De qué le sirve a Uruguay no aggiornarse? Ojo, eso tiene que ser en lo que sea correcto y conversado. Por eso dijimos que en esto van a intervenir todos los actores. Vamos a tratar de traer gente especializada de Brasil y los especialistas de acá, los doctores en derecho laboral (Juan) Fraschini, (Nelson) Larrañaga, al ministro, a (el director del Instituto Cuesta Duarte) MiIton Castellanos. Eso para hacer una gran discusión. No hay una fecha aún, aunque estamos pensando en una pequeña reunión a fines de setiembre u octubre. Queremos ver las fortalezas y debilidades. Lo importante es no perder puestos de trabajo. Hay que aggiornar al Uruguay en todos los aspectos: este un país abierto, tiene un 40% del PIB en comercio, es un país donde las empresas pueden tener cuenta en dólares o en pesos. Hay señales positivas: Brasil logró absorber en los productos que dejó de comprar Venezuela. Entonces, si la planta está creciendo vamos a regarla.

- Acá cerraron las plantas productoras de Fumaya y Sherwin Williams. Por otro lado, se lanzó una nueva producción en Nordex. ¿Qué se puede esperar? ¿En qué rubro está el futuro?

- Hay goles a favor y en contra. A mí me duele cada empresa que cierra. A mi me gustaría que hubiera, como hace treinta años, casi 300 mil personas trabajando en el sector. Había entonces 24.500 unidades productivas; hoy son 15.000. Acá, el 84% del parque registrado son pequeñas y medianas empresas. Y esta es la que tiene más problemas para competir. Y a mi no me cabe duda que, como dijo el ministro (de Ganadería, Tabaré) Aguerre, podemos alimentar al 1% de la población del mundo. En todo lo que es alimentos Uruguay está fuerte. La industria farmacéutica y química están creciendo y aportando, también, la madera, la celulosa y lo forestal. Uruguay tiene que apostar a la calidad y no a la cantidad. Me gustaría, sobre todo, que vengan capitales extranjeros a radicarse.

- ¿Y para eso es necesaria la flexibilidad?

- Exacto. Hace falta mano de obra técnica y capacitada, y de gente que no se vaya al exterior. Pero luego… se hace un contrato a prueba de 90 días, a los 45 la persona se sindicaliza y no se la puede echar. Hay empresas muy conocidas en plaza que han pescado a funcionarios robando y no se los puede echar aunque la Justicia esté a favor porque el sindicato nos los deja. ¡El año pasado encontraron a tres con un arma de fuego en una empresa (Riogas)! Hay cosas que son faltas graves y eso se tiene que entender. Hay que generar un clima propicio para que vengan los capitales extranjeros. No digo que seamos fáciles, pero no los gran complicados.

- ¿Usted tiene diálogo con Fernando Pereira, el presidente del PIT-CNT?

- Sí, hablamos con él, con (el secretario general del PIT-CNT, Marcelo) Abdala. Es un buen diálogo, cordial, sí señor. Podemos tener discrepancias. Hemos estado con Juan Castillo, Milton Castellanos, pero todos pensamos en que hay que cuidar los puestos de trabajo. Lo que no podemos es pensar con la mente cerrada. Hay que tener mente de diálogo. Hay que tener un sindicalismo maduro, que sepa cómo se debe trabajar, que escucha todas las voces. Lo importante es que haya diálogo y no monólogo. También nosotros tenemos que tener flexibilidad.

Noticias nada frescas
La semana pasada aparecieron en internet unas declaraciones falsas de Washington Corallo, presuntamente a radio Carve, en las que se le atribuían frases como: "yo no digo de esclavizar al negro uruguayo que, como sabemos, está ocupado en tocar candombe y esas cosas, pero bien se podrán realizar nuevas importaciones de negros africanos. Importaciones subvencionadas por el Estado, naturalmente, o con créditos del BROU a bajo interés y largo plazo". Eso bajo el título: "Cámara de Industrias: Abolición de la esclavitud y ley de 8 horas hicieron perder competitividad". Todo luego que manifestara su interés por la reforma laboral en Brasil.

Esas falsas afirmaciones surgieron del portal “Noticias frescas”, que permite crear falsas noticias con apariencia real. La “broma” no cayó bien en la CIU, que repudió la información difundida en las redes y anunció acciones legales.

- ¿Tuvo alguna repercusión personal ese episodio?

- Lamentablemente, escuché a alguno que lo tomó en serio… es como decir que vamos a importar elefantes en admisión temporaria… Pero cuando desacreditan a alguien así, es porque lo que uno dice tiene fuerza y asidero. Entonces tratan de desacreditar ideas buenas con ideas falsas.

- ¿Hubo denuncia por parte de la Cámara?

- Sí, se puso una denuncia. Además, Radio Carve también salió a desmentir. Estamos presentando una denuncia penal en delitos complejos. Eso es jugar con la imagen de alguien.

- ¿Y usted piensa que podía dar esa imagen? ¿Qué eran declaraciones creíbles?

- ¡Bueno…! Lamentablemente, hay gente acá que no piensa. ¿Ejemplos? Un presidente de un país cercano dice que le mandaron el cáncer los norteamericanos, como si eso se inyectara. Otro dice que habla con pajaritos. Otra habla de yuyito, cuando se refiere a la soja. ¡Hay gente que cree en esas cosas!

El cierre de una empresa familiar
La cristalería Vicry, fundada por el abuelo de Washington Corallo, cerrará a fin de año, justo en su centenario. Es una empresa familiar que no continuará, pese a que el presidente de la Cámara de Industrias tiene cuatro hijos y tres nietos. Este es otro símbolo de estos tiempos laborales; unos que al industrial no le agradan tanto.

- En una entrevista que usted realizó con El País, en abril, dijo que su empresa, Vicry, muere con usted, que a sus hijos no les interesa seguirla. No es el único caso de una empresa familiar, pasó con Tienda Inglesa y los Henderson. ¿Es otra característica de estos tiempos? Antes la sucesión de las empresas familiares casi que no se discutía.

- Sí, eso cambió totalmente. Los “millennials” tienen otra visión. Conozco casos de amigos que obligaron a sus hijos a ser abogados, escribanos, médicos, como ellos. Y ellos les entregaron el diploma y luego se dedicaron a hacer lo que quisieron. Dentro del consejo de familia yo dejé a mis hijos el libre albedrío. Trabajaron conmigo y resulta que no era lo que les gustaba. Tengo un hijo ingeniero, otra hija contadora, otra con un master en economía y otra dentista. Tengo tres nietos. Eso de que mi hijo carpintero porque yo soy carpintero no corre más. Hay que aceptarlo.

- Lo acepta, ¿pero no le duele?

- Por supuesto que me duele… estamos cumpliendo cien años de que mi abuelo empezó, en 1917. Claro que me duele, pero por lo menos los tengo acá, en el país, y no se me han ido afuera. El mundo ofrece otras posibilidades. Lo otro me duele, y más me va a doler cuando termine el proceso a fin de año.

ECOS Latinoamericana - Montevideo - URUGUAY - 31 agosto 2017