futuro2Profecías temerarias

El 2017 será el último año en que el gobierno podrá hacer reformas sustanciales; luego se enredará en el ciclo electoral

Miguel Arregui
Nada más desmentido que los profetas y sus profecías. “El año que no vimos venir” tituló El País de España una retrospectiva sobre 2016. Se refería a imprevistos como el brexit, la destitución de Dilma Rousseff o el triunfo de Donald Trump: “El año que salió al revés”. El diario Folha de São Paulo, en tanto, optó por llamarlo “el año que parece no tener fin”. Efectivamente, en Brasil ocurrieron demasiadas cosas, y parece que seguirán ocurriendo.

Pese a esas prevenciones, es posible avizorar algunos asuntos que tienen altas posibilidades de registrarse en Uruguay durante el año que empieza esta medianoche.

El año 2017 será el último en el que el gobierno de Tabaré Vázquez podrá hacer algunas cosas efectivas y sustanciales. Luego el tiempo político andará a la deriva por otros mares. El año 2018 estará seriamente condicionado por las luchas intestinas en los partidos por la definición de precandidaturas, y el año 2019 será el de las elecciones internas y las elecciones nacionales.

Es una regla no escrita que los gobiernos en Uruguay cuentan con tres años para intentar reformas y otros dos para devolver el barco al puerto, lo más sano posible. En marzo de 2012, al iniciarse el tercer año del gobierno de José Mujica, el entonces vicepresidente Danilo Astori casi rogaba: “Tenemos que lograr un equilibrio entre lo que hemos anunciado y diseñado, y lo que hemos convertido en cosas concretas. Para eso, este año es crucial. El tiempo políticamente útil (no electoralmente útil) para hacer cosas en este país no es igual a cinco años. El año crucial es éste”.

Durante el año próximo, el 2017, tal vez se registren cambios en el gabinete. El gobierno necesita relanzar su imagen y su ímpetu en varios frentes cruciales, especialmente en seguridad y enseñanza.

Habrá otra batalla campal por la Rendición de Cuentas, justo cuando la izquierda perdió la mayoría propia en la Cámara de Diputados.

En el Frente Amplio continuará la carrera y el “perfilismo” para posicionar precandidatos presidenciales, más allá de los postulantes históricos: Astori y José Mujica.

Algo similar ocurrirá en la oposición. “La competencia por la mayoría dentro de cada partido, y la pugna por la mayoría relativa entre los distintos partidos, predomina abiertamente sobre la cooperación”, escribió Adolfo Garcé el 21 de diciembre. A los opositores “les sigue sobrando mirada de corto plazo. Les sigue faltando, al menos desde mi punto de vista, sentido estratégico. Si apuestan simplemente al fracaso del gobierno de Vázquez pueden lamentarlo dentro de tres años”.

La izquierda y la oposición deberán debatir la inserción internacional del país. El Mercosur ya no agrega casi nada, salvos palabrerío y burocracia. La mayoría de los líderes parece estar de acuerdo en que es preciso iniciar una apertura al mundo en busca de más prosperidad e independencia. Pero es probable que naufrague la gran apuesta, el tratado de libre comercio con China, como naufragó en 2006 el TLC con Estados Unidos debido a las divisiones en la izquierda y a la oposición de Brasilia y Buenos Aires. También se seguirá hablando de un TLC con la Unión Europea, pero difícilmente ese bloque compre productos agropecuarios al Mercosur debido a su política agraria común (PAC), particularmente proteccionista.

Y habrá que esperar la definición de otra enorme interrogante: Donald Trump, presidente de Estados Unidos a partir del 20 de enero.

Uruguay vivirá otro año mediocre en materia económica, salvo una formidable temporada turística gracias a una ventajosa situación cambiaria con los vecinos. Las exportaciones, que habían caído casi 12% en 2015, volverán a caer en 2016, esta vez entre 8 y 10%, debido a precios menos atractivos.

El desempleo continuaría relativamente alto, en torno al 8%, y con muchos puestos de trabajo de baja calidad, como ocurre en Uruguay cada vez que se debilita el comercio exterior.

La multinacional finlandesa UPM deberá confirmar la construcción de su segunda fábrica de celulosa en Uruguay. Significaría varios miles de puestos de trabajos directos e indirectos y un gran empujón a la producción nacional. El gobierno trata de solucionar problemas de infraestructura, desde ferrocarril a carreteras, para lo que busca dinero privado.

El futuro de los países vecinos es una incógnita apabullante. Nada demasiado bueno podrá esperarse de ellos en el corto plazo. Brasil deberá resolver su crisis política, que alimenta la peor recesión en un siglo y el descreimiento en las instituciones. Mientras tanto Argentina, cuya situación socioeconómica es muy mala, ingresa por enésima vez en una etapa de moneda sobrevaluada y gran déficit fiscal, que ya se sabe cómo termina.

A veces parece que en estos países de América del Sur se cuenta siempre la misma historia con el mismo estilo.

Diario EL OBSERVADOR - Montevideo - URUGUAY - 31 diciembre 2016