el nino fenomeno inundacionEl Niño inversiones y discursos

Los eventos climáticos extremos son cada vez más frecuentes y Uruguay está más expuesto a daños.

Ing. Agr. Nicolás Lussich.
El clima volvió a afectar la producción y la vida de miles de uruguayos. Tal como era probable ante el fenómeno de El Niño (temperaturas más elevadas de lo normal en el Pacífico oriental) el verano arrancó con lluvias intensas, muy por encima del promedio, tanto en diciembre como en enero.

 

Esto complicó -entre otras- la actividad turística: decenas de lugares turísticos del Uruguay -que no solo de playa hablamos- se vieron afectados por las lluvias y las crecidas. Son menos pesos que entran en los campings, paradores, pequeños hoteles, etc., que ven cómo el agua tapó los lugares de descanso y -en los peores casos- hizo destrozos de diversa entidad. Así pasó en Lavalleja, Soriano, Durazno, litoral, etc. En el Este, hubo notoriamente menos días de sol y playa, lo que desestimula a los que gustan de la reposera (la gran mayoría) de manera que las estadías se acortan y los ingresos por turismo bajan.

También la producción del campo se ve alterada: chacras de arroz desbordadas, chacras de soja recién sembradas que hay que volver a sembrar, un barrial en los tambos, pérdida de ganados y la producción granjera también complicada. Además, se prevé que siga siendo un verano llovedor, lo que amenaza las futuras cosechas. Esto preocupa porque la recuperación agrícola es clave para que la economía retome impulso este año.

Contrariamente, en este escenario la ganadería esquiva los problemas y hasta se beneficia: realizada en buena medida sobre campo natural -que banca la lluvia y devuelve pasto a montones- y con la posibilidad de acomodar la producción ante las tormentas (más allá de dificultades puntuales, los ganados se corren, se refugian, bancan, mientras las plantas tienen que aguantar estoicas en el lugar donde sus raíces lo disponen). No es antojadizo que la ganadería sea un sector clave de la economía y parte de la explicación es su capacidad de resistir y aprovechar estos episodios. Más aún: tampoco las sequías son lo que antes para el ganado: tiempo atrás, no era rentable sostener los ganados con costosos forrajes extra, y con las secas caían el stock y la parición. Eso hoy casi no pasa: la seca puede apretar pero los ganados se defienden porque valen más, aunque cuesta. De todas formas, entre los extremos de diluvios y sequías, me quedo con lo primero: más vale que sobre agua, aunque sea violenta y en exceso, a que falte.

Tendiendo puentes. Los episodios climáticos extremos se han hecho más frecuentes, según las estadísticas disponibles a nivel global y local (ver Anuario OPYPA 2018 p 559). El Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático (SNRCC) está trabajando para cuantificar esas pérdidas y mejorar las respuestas.

Y como la producción ha crecido es cada vez más lo que está en juego; la sequía que cortó a la mitad la producción de soja el año pasado es un doloroso ejemplo, con pérdidas que superaron los US$ 500 millones, considerando todos los cultivos.

Y además de las pérdidas de producción en términos corrientes, hay pérdidas por daños a la infraestructura. En este caso son las lluvias extremas lo que causa más perjuicios y hemos tenido un duro golpe: puentes rotos en diversos puntos del territorio, caminería rural afectada y también rutas, al socavar el agua los basamentos en varios puntos de la red.

Son pérdidas muy agudas y el Uruguay no tiene suficiente musculatura para encararlas. El Estado invierte muy poco de su presupuesto global (apenas 7%) y la inversión en general en la economía es baja. Después del histórico ciclo de expansión, ha vuelto a caer a un 17% del PBI (gráfica), lo que es preocupante: se estima que habría que destinar al menos 10% para reponer lo que va envejeciendo, quedando muy poco resto efectivo para aumentar la infraestructura.

Así, el gobierno -en diversas áreas- está recurriendo a concesiones y contratos de PPP (participación público-privada) para responder a las necesidades, no solo en vialidad sino también en educación, infraestructura urbana, energía, etc. Son gastos que se comprometen a futuro, porque hoy no hay con qué. El propio Ferrocarril Central (necesario para la nueva planta de UPM) cae en esta categoría.

En vialidad se está invirtiendo notoriamente más (cuadro), en especial por la expansión de la inversión de la Corporación Vial del Uruguay (CVU, perteneciente a CND), que se repagará luego con peajes y aportes futuros del Estado. Aun así, la inversión luce insuficiente en varios pagos importantes del territorio, donde la producción ha aumentado mucho y la infraestructura es un cuello de botella.

Si se pretende una descentralización potente -tal como se plantea reiteradamente a nivel político- hay que invertir mucho más en todo el territorio. Gobierno e intendencias (con la coordinación de OPP) están haciendo esfuerzos genuinos con criterios profesionales, pero si no se pone más dinero el asunto queda en el discurso y hasta resulta frustrante. Además, más vale invertir bien una vez, que andar reparando permanentemente. Basta ver sino la nobleza de muchas obras centenarias, construidas para perdurar muchos años y que aún dan servicio, en lo que es casi un abuso. Sin inversiones fuertes, la descentralización es poco más que un discurso.

Diario EL PAIS - Montevideo - URUGUAY - 14 enero 2019