Laboriosidad perrier ElObservadorViejas colonias caídas
El cierre de industrias deprime el este de Colonia y desnuda los altos costos de producir en Uruguay
Un arco fértil en el límite de Colonia y San José, otrora un símbolo de laboriosidad agroindustrial, padece un vendaval de ruina y desempleo. La confirmación esta semana del cierre de Fanapel, que producía papel desde 1898 en Juan Lacaze, completa la cadena de quiebras que azota a la región.
Esas serían, en clave cínica y tanguera, algunas de las noticias del verano.

Por Miguel Arregui
La actual gira del presidente Tabaré Vázquez poco tiene que ver con grandes planes integradores. Él y su plana mayor tratan de cultivar mercados puntuales, como el de Rusia, o de animar a inversores alemanes y finlandeses.

La debacle se inició hace más de dos décadas con el cierre de la textil Campomar, instalada en Puerto Sauce, hoy Juan Lacaze, en 1903. Durante la Segunda Guerra Mundial, su tiempo de apogeo, Campomar y Soulas empleó a más de 3.000 personas en cinco fábricas. Era un clásico ejemplo del Uruguay de la industria protegida por barreras aduaneras, que se gestó a mediados de la década de 1930 y entró en crisis al promediar la década de 1950.

Campomar y Soulas cerró en 1994 y fue seguida por Agolan, más pequeña, que produjo a pérdida hasta 2014 con dinero de la Corporación Nacional para el Desarrollo.

Algunas máquinas fueron adoptadas por la Cooperativa Textil Puerto Sauce, que intenta sobrevivir con préstamos del Fondes.
Otras torres han caído en la antiguamente próspera y orgullosa Nueva Helvecia, situada a 29 kilómetros de Juan Lacaze.

En 2014 cerró la imprenta y encuadernadora cooperativa Pressur, que trabajaba en zona franca con dinero del Fondes y empleaba a casi 200 personas. En 2015 cerró Ecolat, la antigua Parmalat y Lactería, una industria láctea de capitales peruanos que empleaba a más de 400 personas.

Poco después cerró Schreiber Foods, otra industria láctea de capitales estadounidenses con 160 empleados y planta industrial sobre ruta 1, cerca de Ecilda Paullier. La fábrica de dulces Caldem SA (Los Rumbos) está en concordato, en tanto las viejas colonias de los suizos y valdenses padecen desempleo alto, depresión económica e informalidad.

Empresas como Agolán o Fanapel han muerto por una combinación de falta de escala, altos costos y competencia internacional. Ecolat o Schreiber optaron por cerrar debido a la gran caída de los precios internacionales de los productos lácteos y a las dificultades para exportar, en tanto Pressur fue víctima del proteccionismo argentino de la era Kirchner.

Las empresas exportadoras padecen altos costos internos medidos en dólares. Es la recurrente cuestión del "atraso cambiario" o dólar "barato" que Uruguay sufrió en 1981-1982, en la era de la "tablita", o en 1999-2002, cuando los países vecinos caían por la pendiente. Y ahora toda la región, no sólo Uruguay, se encareció en dólares por razones diversas.

En la última década los salarios reales crecieron en promedio en Uruguay alrededor de 50%, aunque medidos en dólares aumentaron 126%. Por tanto ahora es relativamente fácil viajar o comprar bienes importados, desde motocicletas a teléfonos, pero no tanto adquirir alimentos o servicios.
Las tarifas públicas no ayudan.

El precio de la energía eléctrica para la industria uruguaya (no para los hogares) cae desde 2013 pero aún es cara en una comparativa internacional. Los combustibles suelen ser de los más caros del mundo, junto a un puñado de países del norte de Europa.

No es algo nuevo sino estructural: ha sido así durante muchas décadas, lo que castiga a la industria, al transporte y a la agricultura. Un litro de gasoil cuesta 0,78 dólares en Chile, un dólar en Brasil, 1,1 en Argentina y 1,47 en Uruguay.

Las empresas públicas recaudan para la corona, lo que no está mal, pero también son ineficientes: desde los directorios políticos, sin formación alguna en la conducción de grandes firmas, hasta el exceso de empleados, pasando por prácticas laborales absurdas y sindicatos demagógicos e impunes. El monopolio permite cargar el fardo a otros.

Pero no todo es debacle en Colonia, uno de los departamentos más prósperos y socialmente integrados de Uruguay. En su territorio operan muchas otras industrias, desde Calcar a Los Nietitos, pasando por frigoríficos, autopartes, maltería y bodegas, y algunas de las mayores exportadoras del país.

En la zona franca de Colonia del Sacramento la multinacional Pepsico produce concentrados para refrescos. En 2015 colocó casi US$ 550 millones en México, Filipinas, Japón y otros destinos.

Desde la zona franca estatal del puerto de Nueva Palmira se fletan más de US$ 1.000 millones por año en soja, trigo, maíz y otros productos agrícolas, además de frutas y fertilizantes; y se reembarca parte del comercio exterior de Paraguay. UPM reembarca allí su celulosa, y Montes del Plata la carga en Punta Pereira, cerca de Conchillas.

Montes del Plata y UPM operan en zonas francas para evitarse el consumo de energía eléctrica y otros insumos provistos por monopolios. Producen o importan los que necesitan y venden a UTE sus excedentes de energía eléctrica, que pueden sostener el consumo de más de 300.000 hogares uruguayos


Diario EL OBSERVADOR - Montevideo . URUGUAY - 18 febrero 2017